El historiador José Luis Rodríguez Jiménez incluye en su libro 'Bajo el manto del Caudillo' la historia del que fuera director del campo de exterminio de Jasenovac y cómo vivió plácidamente en nuestro país hasta que apareció su cadáver en 1969
Luburic (derecha), junto a un oficial alemán de la SS en el campo de concentración de Stara Gradiska
Vjekoslav Luburic vivía tranquilamente en España con la documentación falsa que le había facilitado el régimen franquista. Su nuevo nombre: Vicente Pérez García. A finales de la década de 1960 regentaba una imprenta en Carcaixent, Valencia, donde tenía contratados a trabajadores españoles y croatas. Casi ninguno de sus vecinos sabía que Don Vicente había sido uno de los criminales nazis más sanguinarios de la Segunda Guerra Mundial y uno de los principales líderes del movimiento Ustasha de Croacia.
Esta organización, cuyo nombre completo era Movimiento Revolucionario de Levantamiento Croata, había sido creada por Ante Pavelic, futuro dictador de Croacia como estado títere de Hitler al que se responsabiliza de la muerte de más de un millón de personas durante la Segunda Guerra Mundial. Tal fue su crueldad que, tras asumir la cartera de Educación y Cultura en 1941, su ministro Mile Budak definió el carácter macabro que iba a tener el régimen: «Para minorías como los serbios, judíos y gitanos tenemos tres millones de balas». Las consignas estaban claras, hasta el punto Pavelic, que también huyó y vivió en España hasta su muerte, y Luburic lo convirtieron en el movimiento fascista más cruel de la historia, según los diferentes expertos.
«Siempre que fue posible, la presencia de nazis y colaboracionistas del Tercer Reich en España se llevó en secreto. Lógicamente, este era un tema susceptible de crear graves problemas al régimen de Franco. La llegada de personajes como Pierre Laval y Leon Degrelle no se pudo ocultar, pero de otros sí. Aparte de las ayudas personales, dos organismos principales del régimen franquista en materia de seguridad, el Alto Estado Mayor y la Dirección General de Seguridad (DGS), actuaron para ocultar a estas personas y facilitarles nuevas identidades. Ese es el caso del dirigente ustasha Luburic», explica a ABC José Luis Rodríguez Jiménez.
Según cuenta este profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Rey Juan Carlos en su libro 'Bajo el manto del Caudillo. Nazis, fascistas y colaboracionistas en la España franquista' (Alianza Editorial, 2024), en la imprenta de Luburic se imprimían revistas y documentos de propaganda contra la Yugoslavia comunista del mariscal Tito. Uno de los trabajadores era Ilija Stanic, de 24 años, nacido en una aldea próxima a Sarajevo. Durante dos años, se fue convirtiendo en el hombre de confianza de este antiguo general nazi, asumiendo cada vez más tareas en la imprenta y en la propia casa de su jefe, donde tenía, incluso, una habitación reservada.
Jasenovac
Luburic vivía solo, puesto que se había divorciado de su mujer, Isabel Hernaiz Santisteban, hija de un empresario de Bilbao que, una década antes, se enamoró de aquel misterioso general con el que tuvo cuatro hijos y que terminó haciendo de su vida un calvario. Todo transcurría de maravilla para este antiguo líder nazi, hasta que la mañana del 20 de abril de 1969, Stanic le preparó un café con un narcótico o un veneno y, sin sospechar lo más mínimo, empezó a vomitar en la cocina.
En ese momento, Stanic se le acercó por la espalda en silencio y le golpeó en la cabeza con una barra de hierro, causándole la muerte de inmediato. Aquel fue el final de este líder nazi que había vivido oculto en España durante varios años, a pesar de haber sido el director el director de Jasenovac, uno de los campos de exterminio más crueles de la historia, donde se asesinó a entre 80.000 y 330.000 personas, según las fuentes.
«Miles de personas murieron allí de inanición, fusilados, arrojados al río Sava o en una cámara de gas. Muchos otros fueron quemados vivos, ejecutados mediante golpes de mazo o cortándoles el cuello. Unas 'competiciones' en las que participó Luburic. Esto no fue conocido por los historiadores occidentales hasta pasados unos años. Bastantes dirigentes occidentales quisieron creer que eso era propaganda comunista procedente del otro lado del Telón de Acero, mientras que en España se lo recibió como a un político católico y anticomunista huido de la invasión del Ejército rojo», añade Rodríguez Jiménez.
El «general polaco»
Según relata el profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, Luburić había cruzado la frontera de España el 9 de octubre de 1944, con un documento de identidad a nombre de Lorenzo Koracs Fekete, un minero natural de Bratislava con nacionalidad húngara. Al igual que otros muchos extranjeros en lucha, fue internado en el campo de prisioneros de Nanclares de Oca, en Álava. Los servicios de inteligencia de los Aliados tardaron muchos años en saber que Luburic se encontraba en España y, cuando se enteraron avanzada la Guerra Fría, le consideraron un antisoviético útil.
«Alguien le orientó hacia un monasterio de Valencia y, en los años 50, la DGS le proporcionó la documentación con el nombre de Vicente. Se movió luego entre la costa y Madrid y se casó en Bilbao en noviembre de 1953. En su boda se mostró públicamente con el uniforme militar, luciendo la Cruz de Hierro otorgada por Hitler. Durante la siguiente década fue más comedido, viviendo en las localidades valencianas de Benigánim, donde tuvo una granja de avicultura, hasta llegar a Carcaixent. Aunque le gustaba que la gente se refiriese a él como 'el general polaco', cometió la imprudencia de lanzarse a editar toda esa propaganda ultranacionalista croata que distribuía por distintos países», comenta el autor.
No está muy claro si este hecho propició o precipito su asesinato, nunca se llegó a averguar, porque Stanic desapareció. Después de asestarle el golpe, relata Rodríguez Jiménez en su libro, Stanic escondió el cadáver en la misma casa, esperó a que el hijo mayor llegara de misa y le dijo que su padre había tenido que desplazarse a Benidorm. Luego le preparó la comida como si nada hubiera pasado y desapareció. Fue a la casa que tenía alquilada, recogió parte de sus cosas, viajó en taxi a Valencia y se marchó después a Barcelona. Desde la estación de Francia se desplazó a Gerona y, el lunes 21 de abril, ya estaba en Portbou.
La noticia
Dos días después, el titular de ABC anunciaba: 'Un general croata en el exilio aparece muerto en un piso de Carcaixent'. En la noticia, la información que se daba de Luburic era un tanto confusa. Decían que se llamaba Ladislao y que había sido objeto de amenazas años atrás, razón por la cual se había refugiado en la pequeña localidad valenciana. Al día siguiente, este diario le citaba con otro nombre, Maximiliano, para decir después que «se llamaba en realidad Wieko Lubarich» y que era dirigente anticomunista «temido y odiado por el régimen de Tito». La noticia tuvo enseguida alcance internacional, pero las diferentes versiones seguían siendo confusas. El diario 'Las Provincias' aseguraba que «el general Ladislao Drinjanin [en referencia a Luburic] intentó matar al mariscal Tito y huyó a España».
En cualquier caso, subraya Rodríguez Jiménez: «La huída de Stanic parece fruto de la improvisación, y los datos disponibles hicieron pensar al forense, la Policía y el juez que este actuó solo. Esa mañana del 21 de abril, un empleado encontró rastros de sangre y el cadáver de Luburic fue descubierto. La Policía siguió su rastro fácilmente hasta la frontera francesa. El juez encargado del caso emitió una orden de búsqueda internacional, pero la Interpol no lo localizó».
Hubo que esperar hasta 1975 para que las autoridades españolas se volvieran a interesar por el caso. En 1975, la Interpol comunicó que Stanic lo había localizado en Australia. El caso se reabrió durante un año, pero la ausencia de más noticias llevó al juez a archivar de nuevo el expediente en 1976. Parece ser que, en realidad, nunca pisó aquel país, sino que regresó a Yugoslavia y vivió allí en diferentes ciudades hasta establecerse en Sarajevo, donde formó una familia y hasta consiguió un empleo estable.
Sin arrepentimientos
Tres décadas después, Francesc Bayarri consiguió la transcripción de la cinta de sus declaraciones a la Policía yugoslava, de las cuales cabe deducir que expresó la versión que le interesaba al Gobierno de Tito. En 2007, este periodista valenciano publicó 'Cita a Sarajevo', un relato de la investigación periodística que llevó a cabo para localizar a Stanic y reconstruir el crimen a partir de los nuevos datos obtenidos. El libro incluía fragmentos del expediente policial de los servicios secretos de la Yugoslavia de Tito y la versión ofrecida en los interrogatorios por el propio Stanic, pero quedan muchas preguntas sin responder.
«Durante su estancia en España, Luburic nunca se arrepintió de sus crímenes de guerra ni del genocidio del que fue responsable. Con publicaciones como la revista 'Drina', exaltó su papel en la creación del estado ustasha y se propuso como jefe de los croatas en el exilio. En nuestro país se le relacionó con ultraderechistas y neofascistas españoles. Ni renunció a sus ideas ni a sus propósitos territoriales respecto al Reino de Yugoslavia», concluye Rodríguez Jiménez.
ENLACES:
https://www.abc.es/historia/placida-vida-espana-franco-mayor-criminal-nazi-20240412041926-nt.html
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