Los restos del 'Vasa', que naufragó el 10 de agosto de 1628 en su primer viaje, se exhiben en el museo del mismo nombre, en la isla de Djurgarden, en Estocolmo
Estos días se habla en los diarios del lamentable estado en que se encuentra la base sobre la que se sustenta el mítico 'Vasa' en su museo de Estocolmo. Creo que vale la pena contar la increíble historia de este malogrado barco, que nunca llegó a conocer otras aguas que las de la bahía holmense. Así ocurrieron los hechos: El 10 de agosto de 1628 amaneció en Estocolmo un día apacible. Era domingo y miles de holmenses se habían congregado frente al Palacio Real para presenciar la partida del 'Vasa', el más extraordinario navío construido hasta entonces, que se disponía a iniciar su primera singladura con un centenar de tripulantes y algunos invitados.
El viento soplaba flojo del sudoeste y en los primeros metros el barco tuvo que ser arrastrado con la ayuda de anclas. Al llegar a lo que hoy se conoce como Slussen, el capitán dio la orden de largar trinquete, velacho, gavia y cangreja. La marinería escaló la arboladura y largó cuatro de las diez velas. Los cañones dispararon una salva de saludo y la nave comenzó a deslizarse suavemente sobre las aguas del puerto. Según describe un relato de la época: «Al salir la nave a la bahía, a la altura de Tegelviken, llegó algo más de viento a las velas, y en seguida comenzó a escorarse mucho a sotavento, enderezándose algo otra vez hasta llegar a Beckholmen, donde cayó completamente de lado. El agua comenzó a entrar por las troneras y el barco se fue lentamente al fondo con velas desplegadas, banderas y todo».
Lo primero que se rescató del 'Vasa' fueron sus cañones, pero hubieron de transcurrir casi cuarenta años antes de que el alemán Andreas Peckell y el sueco Albreckt von Treileben, ambos con gran experiencia en el rescate de buques hundidos, descendieran en su campana de buzo hasta los treinta metros de profundidad donde se hallaba el pecio, de pie y prácticamente intacto. Los trabajos fueron muy laboriosos porque, en la oscuridad más absoluta y durante períodos de tiempo muy cortos, tenían que soltar, primero, los cañones de una tonelada de peso, de las cureñas; sacarlos, después, a través de las troneras y, finalmente, izarlos a la superficie.
Por extraño que parezca, más de cincuenta cañones fueron rescatados entre 1663 y 1664, y ahí se quedó la historia hasta el 13 de septiembre de 1956, en que una noticia en el diario vespertino sueco Expresen hacía saber que «Ha sido hallado un viejo buque hundido en las inmediaciones de Beckholmen, en el centro de Estocolmo. Se cree que se trata del 'Vasa', que naufragó en su primer viaje en 1628. Un particular ha estado investigando durante cinco años para encontrarlo».
DETALLES DEL VASA En la foto superior, el mascarón de proa del barco Vasa, un león. Debajo, a la derecha, detalle de las jarcias del barco. A la izquierda, la popa del barco Vasa vista desde abajo. ANNELI KARLSSON, MUSEO VASA/SMTM
El 'particular' era el ingeniero Anders Franzén, de 38 años, uno de los más destacados expertos en la historia de las guerras navales suecas de los siglos XVI y XVII. Todavía se tardarían cinco años más en sacar el pecio a flote. Los barcos de madera hundidos en el Báltico se conservan intactos durante siglos e incluso milenios porque en sus aguas no hay bromas, como se llaman los pequeños moluscos bivalvos (teredo navalis) que en aguas más saladas destrozan toda madera. Alberto Vázquez Figueroa, tan sabido en las cosas de la mar, me contó en una ocasión que tan peculiar nombre se debe al español Alonso de Ojeda, Gran Capitán y Adelantado en la conquista de América, que tras notar, frente a las costas de Venezuela, que su nave avanzaba pesadamente, la hizo sacar a dique seco. Allí, los marineros comprobaron cómo la madera de los bajos estaba comida por esas pequeñas criaturas. Cuando el capitán recibió la noticia, exclamó incrédulo: «¡¿Pero esto son bromas, o qué?!». El nombre hizo fortuna y así son conocidas desde entonces en todo el mundo esas larvas devoradoras de madera.
Precisamente porque en el Báltico no hay bromas, el 14 de abril de 1966, cuando ante prensa, radio y televisiones de medio mundo, el 'Vasa' emergió de las aguas como un monstruo marino, tras haber pasado 333 años en el fondo de la bahía, se encontraba en tan buen estado que, una vez achicado con bombas el agua que tenía embolsado en el casco, pudo flotar por sí mismo y ser remolcado a un dique de Beckholmen, donde fue tratado y restaurado hasta recuperar su aspecto original.
Una visita llena de interés
Los restos del 'Vasa' se exhiben ahora en el museo del mismo nombre, en la isla de Djurgarden, en Estocolmo (Galärvarvsvägen 14). Una visita muy recomendable si alguna vez deciden viajar a esa hermosa ciudad. Entrada, 190 coronas, unos 16,8 euros. Muy cerca está el museo Vrak, inaugurado en septiembre de 2021, donde se retratan los restos de naufragios que aún se encuentran en el fondo del Mar Báltico mediante hologramas, películas y realidad virtual.
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