El Instituto de Historia y Cultura Naval clausura en Sanlúcar de Barrameda las LXIX Jornadas de Historia Marítima
El inicio de la pesadilla tuvo fecha y hora. El 22 de mayo de 1522, Hernán Cortés despachó el tesoro de Moctezuma hacia el viejo continente en dos naos, a la que se unió una tercera. Aquel pequeño convoy no arribó jamás a las cálidas costas españolas. Poco después de su partida, seis naves a las órdenes de Jean Fleury –un corsario de sobrenombre Florín– lo asaltaron y dieron buena cuenta de las riquezas. Según narra el catedrático emérito Enrique Martínez Ruiz, aquella ignominia supuso una «llamada de atención sobre la conveniencia de potenciar la seguridad de los envíos que se hicieran desde las Indias a Sevilla».
El doloroso golpe de efecto tuvo su lado bueno. A partir de entonces, la Corona se centró en buscar la seguridad de los buques que viajaban entre España y las Américas. Y esos esfuerzos se materializaron en la forja de las Flotas de Indias; el sistema de convoyes que Felipe II estableció en 1561 para que ningún mercante fuera presa, fresca y jugosa, de los corsarios de la época. Aunque, según cuenta a ABC el capitán de navío José Ramón Vallespín Gómez –director del Departamento de Estudios e Investigación del Instituto de Historia y Cultura Naval (IHCN)–, la verdadera revolución de la Monarquía consistió en «implementar un sistema muy concreto, organizado y regulado para dar protección a los buques».
Sabe bien de lo que habla el marino, pues ha organizado, bajo las órdenes del almirante Enrique Torres Piñeyro, director del IHCN, las LXIX Jornadas de Historia Marítima de la Armada. Una serie de conferencias que este año se han celebrado en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) entre el 12 y el 14 de marzo y que han orbitado en torno a la revolución que supusieron para nuestro Imperio las Flotas de Indias: la de Nueva España y la de Tierra Firme. Aunque, como suele suceder, no han escapado a su análisis los mitos mil veces repetidos sobre este sistema pionero: «En la práctica favorecieron el intercambio comercial y humano. No traían lo que se robaba a los indígenas; salían de la Península cargadas de mercancías para forjar una sociedad nueva, y regresaban también con otras tantas».
Las jornadas, que podrán ser disfrutadas a través de plataformas virtuales como YouTube y quedarán registradas en varias publicaciones físicas, han contado con un amplio abanico de ponentes. Entre ellos, Pablo E. Pérez-Mallaína –catedrático del Departamento de Historia de América–; Manuel J. Parodi –doctor europeo en Historia y arqueólogo–; Ramón Sánchez González –doctor en Historia–; Marcelino González –capitán de navío retirado diplomado en Guerra Naval– y Marion Reder Gadow –catedrática en Historia Moderna–. Todos ellos, bajo la tutela y comisariado del catedrático emérito y profesor Enrique Martínez Ruiz. «El apoyo del ayuntamiento y de las asociaciones culturales ha sido fundamental para el evento», sostiene Vallespín.
–¿Hasta qué punto fue clave Sanlúcar para las Flotas de Indias?
Las Flotas de Indias contaron con una serie de enclaves determinantes. Y Sanlúcar fue uno de ellos junto a Sevilla y Cádiz a nivel general, y el Puerto de Santa María de forma más particular. En la práctica, fue la puerta de entrada y salida a España durante los dos primeros siglos; era la boca desde dónde partían y dónde se hacían los últimos avituallamientos y comprobaciones. Muchas personas embarcaban desde aquí, y las órdenes religiosas se establecieron en la zona para ir y venir de una forma más sencilla y orgánica.
–¿Cambió esta situación con el paso de los años?
En el último siglo de vida de la Flota de Indias, Cádiz cobró mucha importancia. Con el paso de los años, la Barra de Sanlúcar dificultó el paso de unos buques que, cada vez, tenían más calado. Por eso, todo el entramado terminó por trasladarse. Así hasta la liberación del comercio.
–Vamos con un mito. Se dice que el sistema de la Flota de Indias fue copiado por Winston Churchill en la Segunda Guerra Mundial.
Bueno... la técnica del convoy es vieja como el comer. Es como plantearse quién inventó el arado. No conviene exagerar este hecho. Es una técnica que, por ejemplo, ya utilizaban las legiones romanas en el Canal de la Mancha: proteger sus buques mercantes con barcos de guerra. Hay que tener claro que, dentro de las operaciones militares, los navíos que transportan víveres o artillería son cruciales, y hay que salvaguardarlos. Una de las cosas excepcionales de las Flotas de Indias es que no lo hicieron solo en situaciones concretas, sino que implementaron un sistema que funcionó a lo largo de los siglos de forma eficiente. ¿Se parece a lo que hicieron los norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial? Muchísimo.
–¿Cuáles fueron, entonces, las otras excepcionalidades?
Se implementó un sistema muy concreto, organizado y regulado, para dar protección a los buques. Las Flotas de Indias fueron una maravilla en cuanto a procedimientos y sistemas. Un ejemplo es que se establecieron unas derrotas muy particulares: había que bajar hasta las Canarias, desde allí virar a Poniente y llegar al Caribe por las islas de barlovento. Todo estaba medido a la perfección.
–¿Qué exigía, a nivel de conocimientos, el sistema de las Flota de Indias?
Todos los problemas a los que se enfrentaban los navíos se solventaban navegando en 'conserva', y este sistema requería un perfeccionamiento de la organización y del conocimiento de todo tipo de ciencias y materias: náuticas, de climatología, de logística, de curación de enfermedades típicas en el mar... Los españoles dominaron estas categorías entre los siglos XVI y XVIII.
–Sigamos con los mitos. El más extendido es que solo servían para traer el oro de las Américas...
Mucha gente cree que las Flotas de Indias solo servían para traer el oro que, supuestamente, robábamos. No fue así. Para empezar, el oro no era robado; se correspondía con un impuesto, el Quinto Real, al que se sumaba el dinero que los particulares embarcaban hacia España. Además, nos olvidamos de que hubo que construir América, y se hizo con las gentes, simientes, ganado, especialistas, trabajadores y materiales que se enviaban desde aquí. En la práctica favorecieron el intercambio comercial y humano. No traían lo que se saqueaba a los indígenas; salían de la Península cargadas de mercancías para forjar una sociedad nueva, y regresaban también con otras tantas. Sí que es cierto que los piratas preferían atacar a las que venían de vuelta, pero porque estaban cargadas de materiales preciosos.
–Ese es otro estereotipo... ¿Solían saquear los piratas las Flotas de Indias?
Lo que se perdió por acción violenta de los enemigos fue solo una pequeña fracción, aunque no podemos establecerla de forma concreta. A cambio, las causas naturales –como temporales o rocas– sí fueron mucho más dañinas. Por eso hicieron falta tantos esfuerzos hidrográficos para mejorar las cartas de navegación y evitar que los buques se estrellaran contra rocas de forma imprevista. Al final, los barcos son frágiles y la mar es un medio hostil. Hay que cambiar esta percepción porque se han hecho grandes avances historiográficos en este sentido. Debemos entender que la historia no es una ciencia exacta y que siempre está sujeta a revisión.
–¿Se solía combatir contra los piratas en mar abierto?
Hay que desechar de una vez esa idea. La guerra naval, los ataques piratas, se hicieron siempre en las cercanías de la costa y en los archipiélagos; en los puntos focales por donde tenían que pasar las flotas. De hecho, los primeros golpes de mano de los piratas franceses se sucedieron en la misma Barra de Sanlúcar; estaban esperando. Por eso no era extraño que la Armada de Barlovento saliera a proteger a los mercantes cuando estos llegaban al Caribe. Y otro tanto sucedía cuando la Armada del Mar Océano marchaba a las Azores.
–¿Y algún mito que le escame en especial?
[Ríe] Como marino me escuece un poco esa idea de que solo se valían de las corrientes para hacer los viajes. No fue así. Lo que marcaba las derrotas de las navegaciones, y no solo de la Flota de Indias, era el viento. En el océano tenían unos patrones bastante regulares, y se aprovecharon de ellos para forjar sus rutas y crear una industria comercial rentable. Por eso adaptaron los viajes a las épocas del año más favorables. Un hecho tan básico como que hubiera dos flotas lo marcaban los vientos. Como las corrientes siguen el mismo rumbo que los vientos más estables, suele haber confusión.
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