A fines del siglo XIX, las exhibiciones coloniales se hicieron populares en el mundo occidental, exhibiciones que no solo mostraban artefactos sino también personas reales.
O, como ahora se les llama, “Zoológicos humanos”. Desde Europa hasta Nueva York, había personas de color que residían en zoológicos y museos como exhibiciones vivientes. Eran africanos, asiáticos, latinoamericanos e indígenas. Estaban en exhibición, vestidos o desnudos, en hábitats "naturalistas" hechos por el hombre que pretendían parecerse lo más cerca posible a la tierra natal de cada cautivo. Los espectadores los acariciaban y fotografiaban porque veían a estas personas como 'animales exóticos'. Los se mantuvieron cautivos por tener partes del cuerpo, tamaños o formas, consideradas "inusuales" para el ojo que no es.
A instancias del rey Leopoldo II, se creó una "Sección Colonial" en Tervuren para ganarse a los inversores y a la población belga y obtener apoyo para el proyecto colonial en el Congo. No menos de 267 congoleños fueron llevados a la fuerza a Bélgica y exhibidos al público, como animales en un zoológico. Siete de ellos perdieron la vida. Lejos de ser un caso aislado, este espantoso espectáculo formaba parte de una auténtica industria que alimentaba el racismo que aún hoy se vive en las sociedades occidentales.
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