Todos los estilistas que participaron en la transformación de Felix Dadaev fueron ejecutados para evitar que el secreto fuese desvelado
«Sí, yo fui uno de los dobles de Stalin y, de hecho, hasta hoy conservo la carta en la que se certifica que estoy muerto». Esta sorprendente revelación fue hecha por Felix Dadaev durante una entrevista en el diario 'Pravda' en 2008. Este exbailarín, escritor y renombrado militar caucásico del Ejército Rojo tardó medio siglo en quitarse la máscara y desvelar que él fue uno de los elegidos por el dictador comunista para suplantarle en sus encuentros con las delegaciones extranjeras, en numerosos discursos políticos y en la mayoría de los trayectos en coche para evitar atentados.
Dadaev reveló que una vez llegó a suplantar a Stalin en el balcón del mausoleo de la Plaza Roja durante un desfile de atletas en 1945. Aquel acto fue, incluso, grabado por la televisión del régimen y emitido sin que ninguno de los más de 200 millones de habitantes de las Unión Soviética se diera la más mínima cuenta del cambiazo. Dos años antes, en la víspera de la celebración de la Conferencia de Teherán del 27 de noviembre de 1943, el dictador ruso abandonó el Kremlin a la vista de todos y se dirigió en su vehículo oficial al aeropuerto. Allí le esperaba un avión que iba a trasladarle a la capital de Irán. Una vez allí, no embarcó y regresó oculto a Moscú.
Aún así, horas más tarde Stalin aparecía en Teherán para reunirse con nada menos que Churchill y Roosevelt. Se trataba de una reunión muy importante, pues en ella se iba a establecer una estrategia para derrotar a Hitler. Sin embargo, quien estaba en la capital iraní no era Stalin realmente, sino Dadaev, uniformado y maquillado a semejanza del dictador. El parecido era tan asombroso que ni el primer ministro británico ni el presidente de Estados Unidos notaron nada, a pesar de la diferencia de edad entre el doble y el mandatario soviético.
«Compartía su prominente nariz, sus cejas caucásicas y su robusta papada. Era un poco más bajo, pues tan solo dos centímetros le separaban de la altura del autócrata, de 1,72 centímetros, que se salvaba aumentando el grosor de los tacones. Las facultades innatas de Dadaev para la danza y la interpretación del brindis, ineludible en cualquier banquete ruso, le permitieron calcar al personajes», contaba Jesús Hernández en '100 historias secretas de la Segunda Guerra Mundial' (Tempus, 2009).
«Orgulloso»
«Yo me mostraba descontento con el papel que me había tocado jugar, pero en lo más profundo de mi alma me sentía orgulloso por parecerme al Gran Padre de los Pueblos», explicaba en 'Pravda'. Aunque Dadaev no había hablado en público sobre sus años como doble de Stalin hasta esta entrevista de 2008, en la que también se publicaron varias fotografías con él caracterizado de dictador, la historia se conocía, en realidad, desde una década antes. Concretamente, desde que en 1996 se produjo la apertura de los archivos secretos de la Unión Soviética donde se especificaba que, para lograr un parecido con el dictador, nuestro protagonista tuvo que engordar 11 kilos.
¿Cómo llegó Dadaev a convertirse en el doble de una de los mandatarios más poderosos del mundo? El militar había nacido en 1920 en Kazi-Kumuj, una remota aldea del Daguestán situada en las montañas del Cáucaso. Su nombre de pila era Gazavat, pero se lo cambió años después por Felix, en memoria de un comandante polaco que le enseñó bailes ucranianos y que murió en sus brazos durante la Segunda Guerra Mundial. Había pasado su infancia cuidando el ganado de su padre y estudiando orfebrería, aunque su verdadera vocación era la danza. En su adolescencia, de hecho, destacó como bailarín folclórico, una rama que siguió perfeccionando cuando emigró a Ucrania con su familia.
Cuando estalló la guerra, Dadaev no dudó en alistarse a una brigada de artistas cuya misión era distraer a los soldados en el frente, aunque a veces le obligaran también a coger las armas o involucrarse en misiones de contraespionaje. En algunas de estas llegó a ser condecorado por dejar incomunicados a los nazis en la ciudad de Cherkessk. En otras resultó gravemente herido. Incluso fue dado por muerto en 1942.
Bromas
Durante la Segunda Guerra Mundial ya era objeto de las bromas de sus compañeros por su enorme parecido con el dictador. Las semejanzas no pasaron desapercibidas para el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD) y, en 1943, un grupo de agentes de este departamento fueron a buscarle vestido de civiles para no levantar sospechas entre los vecinos. Sin darle explicaciones, lo trasladaron a Moscú en un vuelo secreto para comprobar si era apto para desempeñar el papel de su vida.
Al llegar a la capital soviética, lo alojaron en una dacha del extrarradio y le obligaron a comer a todas horas durante varias semana para que ganara los mencionados 11 kilos. Al final, lo llevaron ante Stalin para que diera su visto bueno. En realidad este fue el único encuentro que tuvo con el dictador y duró tan solo cinco minutos. Cuando este dio su visto bueno, Dadaev solo fue capaz de pronunciar en georgiano un «gracias, muchas gracias».
No debía ser fácil estar delante de Stalin. Como explicó el periodista polaco Ryszard Kapuscinski en su libro 'El imperio' (Anagrama): «Si podemos establecer la comparación, el poder destructor de Stalin fue mucho mayor . La destrucción realizada por Hitler no duró más de seis años, mientras que Stalin empezó su terror en los años 20 y llegó hasta 1953. Su poder se mantuvo 30 años y la maquinaria de terror se prolongó mucho más. No es que Hitler fuese mejor, pero no tuvo tanto tiempo».
Millones de muertos
El debate alcanzó su punto álgido en 1997, con la publicación del 'Libro negro del comunismo' en el 80 aniversario de la Revolución de Octubre. Fue redactado por un grupo de historiadores bajo la dirección del investigador francés Stéphane Courtois, que se esforzó por hacer un balance preciso y documentado del verdadero coste humano del comunismo. Se apoyó en la información desclasificada de los archivos de Moscú y estableció un cómputo final sobrecogedor de 100 millones de muertos, cuatro veces más que la cifra atribuida por los mismos autores al nazismo, de los cuales el máximo responsable fue Stalin.
Dadaev tuvo que suplir a uno de los máximos genocidas de la historia, aunque en esa época las cifras del terror todavía no se hubieran esclarecido del todo. Como él mismo reconoció en 2008, su parecido físico con Stalin fallaba en los lóbulos de las orejas, ya que los de su doble estaban unidos a la cabeza y los del mandatario, no. Ese hándicap lo suplieron dejando de lado las réplicas exactas de los uniformes y trajes que habían confeccionado y usando directamente la ropa del dictador.
Por otro lado, los tatuajes que Dadaev se había hecho en la mano tiempo atrás fueron cubiertos con cremas, mientras que las marcas de viruela de Stalin, disimuladas con maquillaje. Por último, le obligaron a ver cientos de documentales para que se aprendiera los gestos del mandatario al milímetro. En este sentido, las dotes interpretativas del doble le ayudaron.
El gran secreto
La labor desempeñada por Dadaev era uno de los grades secretos del régimen soviético, hasta el punto de que ni siquiera la mujer de Stalin, Nina Igorevna , estaba al tanto. Por eso nuestro protagonista vivió en constante peligro, como refleja el hecho de que su antecesor, Yevsei Lubitski, un contable ucraniano de origen judío, fue enviado a un gulag después de 15 años al servicio del dictador cuando ya no servía para suplantarle. Y eso que había sido sometido a varias operaciones estéticas para lograr un mayor parecido. Además, todos los que participaron en la metamorfosis de los dobles de Stalin, incluidos los peluqueros, fueron ejecutados para que no destaparan nada.
Aunque se sabe que Stalin tuvo varios dobles más, solo se conocen las identidades de Dadaev y Lubitski. Cuando al primero le preguntaron en el diario 'Pravda' sobre cuántos hubo y la identidad de los otros, su respuesta fue: «No lo puedo decir».
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