Aunque los otomanos derrotaron a Luis II de Hungría en Mohács, Hungría se convirtió en un territorio fronterizo que cortó de raíz las aspiraciones de Solimán el Magnífico
No fue una buena jornada para la cristiandad. Aquel 29 de agosto de 1526, Solimán el Magnífico se personó con sus 80.000 soldados en Mohács. La planicie brillaba empapada por la lluvia. Frente a ellos, el rey Luis II de Hungría y una excelsa lista de nobles con nombres y apellidos: el arzobispo de Esztergom, el conde Jorge de Zápolya... Unos 30.000 combatientes coronados por la clásica caballería pesada europea. La contienda se extendió apenas dos horas. «Fue una debacle militar. La artillería otomana y los jenízaros diezmaron a los jinetes. No pudieron hacer nada. El mismo monarca, de veinte años, cayó muerto en batalla».
El que habla es Zoltán Korpás, doctor en Historia en la Universidad de Budapest. Lo hace con un español más que pulcro –casi perfecto– y con la seguridad que le da haber investigado durante años esta batalla. «Sí, fue una derrota en lo militar», arranca. Pero sus declaraciones dan un giro radical: «Sin embargo, a la larga fue igual de importante que Lepanto, pero en tierra». Debe imaginar nuestras dudas, porque las ataja a la velocidad del rayo: «El cambio de dinastía permitió a los Habsburgo hacerse con Bohemia y Hungría». Y eso, a su vez, garantizó la llegada de miles de soldados europeos hasta aquella tierra y el frenazo en seco de Solimán en aquella «tierra fronteriza». Casi nada.
Korpás nos habla mientras prepara los aperos para dirigirse a Madrid, donde impartirá una conferencia sobre la importancia de la batalla de Mohács y su relación con Lepanto en el Centro Cultural Sanchinarro el jueves a las 19:00 horas. «Korpás es el segundo invitado del ciclo de charlas 'Europa. En el pórtico de la modernidad'. Le precedió Julieta Araujo, de la Universidad de Lisboa, y le seguirá Enrique Martínez Ruiz», explica a ABC Juan Víctor Carboneras. El historiador responde orgulloso a nuestras preguntas, pues lleva muchos meses organizando, junto a otras tantas organizaciones y entidades internacionales, un coloso llamado 'Proyecto Europa'. «Estas jornadas son el aperitivo», bromea.
Pero, ¿qué es el 'Proyecto Europa'? En palabras de Carboneras, una forma de unir a los historiadores del Viejo Continente para luchar juntos por un objetivo común. Francia, Italia, Inglaterra, Holanda, España... «En lo práctico buscamos realizar múltiples actividades que no estén circunscritas solo al ámbito académico. Queremos dar a conocer a Europa como entidad vertebradora de una serie de ámbitos políticos, militares, diplomáticos, religiosos... No estamos solo enfocados a la historia militar; buscamos entender la historia como un ente global», completa. Entre la pléyade de autores que se han unido destacan René Quatrefages, Davide Maffi, Magdalena de Pazzis...
«Hemos formado un comité científico que, para empezar, ha organizado estas conferencias para transmitir esa visión. A partir de ahí el objetivo es popularizar temas que no se han dado bastante a conocer», desvela Carboneras. ¿Un ejemplo? La conferencia de Araujo sobre la expansión marítima portuguesa en el siglo XV, tan importante como la rojigualda, pero obviada en la península. Aunque esperan dar un golpe sobre la mesa en apenas un año. «Estamos organizando un congreso internacional en 2025 del que daremos pistas en los próximos meses», sostiene. Y parece que ha cuajado, pues ha obtenido la ayuda de varias empresas. «Desde Tritoma creemos firmemente que la cultura no se puede comprender sin la historia. Somos producto de una serie de hechos que nos han precedido y marcan nuestro presente, por eso entender el pasado es lo único que nos puede ayudar a afrontar el presente con garantías», afirma a ABC Pablo Martínez, vicegerente de Tritoma, una de las compañías organizadoras.
La clave, siempre según Carboneras, consiste en poner en común la historia europea y entenderla en su contexto. El ejemplo más claro es la batalla de Mohács; una contienda obviada a pesar de que consiguió, a costa de una sangrante derrota, detener el empuje de Solimán el Magnífico en Europa. «Fue igual de importante que Lepanto. Pero el planteamiento va más allá de batallas y soldados, aunque también habrá. Queremos hablar de las raíces de Europa, que vienen del mundo clásico y sentaron la base de lo que llegó después. Además de divulgar otros aspectos claves como el desarrollo del catolicismo y el protestantismo, religiones fundamentales para la evolución de la sociedad europea», completa Carboneras.
Mohács, según Korpás
–¿Cómo puede ser una batalla perdida clave para el devenir de la Europa cristiana?
Buena pregunta de cara al quinto centenario. La batalla de Mohács se perdió, pero las consecuencias tuvieron un impacto clave para la historia de Europa central y oriental. Por un lado es importante saber que hubo un antecedente directo en 1444, cuando el rey de Hungría, Ladislao I, murió en combate contra los otomanos. La diferencia es que, en 1525, el fallecimiento de Luis II produjo un cambio de dinastía y la llegada de los Habsburgo. Los Jagellón perdieron el trono de Bohemia y de Hungría. Y no se suele decir, pero los Austrias no hubieran podido crecer tanto sin la posesión de estos dos reinos.
–Afirma que Mohács se transformó en una tierra de frontera.
Sí, lo cual fue clave a la hora de detener la expansión del Imperio Otomano. Después de la batalla, a causa de la lucha entre los Austrias y los Otomanos para dominar esta zona de Hungría, surgió una construcción geográfica donde la mitad del país pertenecía a los primeros, y la otra mitad a los musulmanes. La franja se convirtió en zona de batalla para 150 años. Pero también provocó un gran impacto. Las guerras continuas y las incursiones provocaron un cambio demográfico en la historia de Europa central y oriental. Al equiparar el reino de Hungría en 1490 con el de Castilla, te percatas de que tenían la misma extensión territorial: 300.000 kilómetros cuadrados y unos cuatro millones de habitantes. Si eso lo comparas con 1780, cuando ya Castilla tenía una población de unos 8 millones de personas, te das cuenta de que Hungría contaba todavía con 4 millones. Además, la mayoría no eran húngaros. Fue un impacto brutal para la historia de la región.
–¿Cómo estaba el tablero antes de la batalla de Mohács?
Antes de nada hay que subrayar que el Imperio Otomano se basaba en la expansión. Siempre anhelaban una manzana dorada. En el siglo XV era Bizancio; en el XVI era Buda, la capital de de Hungría. Además, toda su economía se sustentaba en los saqueos, con lo que eso implicaba. También hay que saber que era la segunda potencia mundial tras China. Después de la conquista de Egipto y Siria en 1517 recibían unos ingresos impresionantes. Si lo comparamos con la actualidad, entre seis y siete millones de euros. A cambio, Carlos V sumaba uno o dos millones, y Francia, dos o tres. Hungría apenas 300.000, pero es cierto que tenía capacidad para movilizar miles de soldados.
–¿Cómo era su potencia militar?
Tres o cuatro veces mayor que la del resto. Con esa potencia, el Imperio Otomano quería conquistar el oeste y abrir la puerta del Sacro Imperio alemán. El primer paso era Hungría.
–¿Tierra o mar, qué era más importante para el sultán?
La expansión otomana era mucho más continental que marítima. El porqué es lógico: por el mar puedes conquistar los puertos, las islas... pero no expandirte a un nivel tan grande como te permiten las campañas terrestres. Por eso, el mayor peso de la conquista otomana contra Europa estaba en el continente.
–¿Entonces, Lepanto no fue tan importante?
No hemos sobrestimado Lepanto. Ambas son importantes. Lepanto significó el fin de la expansión otomana por el mar y que se dio la vuelta a una situación de desventaja Pero es cierto que los dos imperios que se enfrentaron firmaron la paz una década después para centrarse en sus luchas intestinas. En el caso español, la lucha contra Francia e Inglaterra; en el Otomano, la guerra turca. La conclusión es que ambas fueron las batallas clave del siglo XVI.
–¿Cuántos soldados se enfrentaron en Mohács?
El reino de Hungría, junto con las fuerzas de Bohemia fueron capaces de movilizar en tres ejércitos unos 50.000 soldados. Eso, para la primera mitad del siglo XVI, era algo enorme. Pero los otomanos venían con unos 80.000, más el tren logístico que tenían. Además, los aliados tuvieron un problema: se vieron obligados a partir el contingente en tres para proteger los diferentes accesos a Buda. Destinaron 10.000 a Transilvania, 5.000 a Croacia y 26.000 a Mohács. Pero no pensemos que eran pocos soldados. En Pavía, un año antes, el ejército de Carlos V no superaba los 30.000 combatientes.
–¿Cómo fue la batalla?
Los otomanos ocultaron sus intenciones desde el primer momento. Su objetivo era llegar a Buda, decapitar a la élite política y subyugar a la nobleza media. Querían provocar una batalla decisiva que acabara con todo. Y lo hicieron bien. Al saber que había fuerzas en Transilvania, cambiaron el recorrido hasta la orilla occidental del Danubio para combatir solo contra Luis II.
Primero llegó a Mohács una vanguardia, y Luis, que no pensaba que el grueso del ejército pudiera socorrerla, plantó batalla. El ejército húngaro era, en gran proporción, de caballeros medievales pesados y semipesados. A cambio, Solimán tenía muchas piezas de artillería, unas cien que encadenó entre ellas, y una amplia masa de jenízaros detrás. Los jinetes se estrellaron contra ellos en el flanco izquierdo. Después, los otomanos envolvieron al ejército real. Fue una batalla perdida en la que la infantería quedó a merced del enemigo; una aniquilación. En ese caos, el rey se ahogó tras caerse del caballo, apenas tenía 20 años.
ENLACES:
No hay comentarios:
Publicar un comentario