lunes, 12 de febrero de 2024

🔼 Los cuatro gladiadores hispanos que asombraron al Imperio romano y no verás en 'Gladiator'

 Poco sabemos de guerreros como Borea o Vettius, pero sus lápidas y premios nos recuerdan el respeto que inspiraban en la sociedad de la época


Escena de la película Gladiator ABC

No es que fuera uno de los mejores gladiadores de todos los tiempos, de esos no había muchos; sin embargo, es incontestable que el leonés Borea debió ser un tipo de armas tomar. Hoy sabemos que era un 'provocator' –salía de los primeros al ruedo armado con escudo legionario y espada corta– y que sus victorias en la Roma de Nerón le granjearon una tésera de bronce, una distinción que se entregaba a estos combatientes como gloria a su excepcional carrera. Junto a otros tantos colegas como Spiculus, el predilecto del emperador, formó parte de la caterva de combatientes hispanos que hicieron estremecerse a la Ciudad Eterna. Tan solo queda aguardar con esperanza su aparición en 'Gladiator 2'.

La historia de estos gladiadores no fue recogida por los grandes autores clásicos y, por tanto, no ha sido replicada tampoco en los ensayos modernos. Pero sus vidas no pasaron por alto en la Hispania del siglo I d.C. Cuán número de vítores no obtendrían del público, que los antiguos dejaron constancia de sus nombres y de sus gestas en una serie de inscripciones sobre lápidas que fueron halladas en Córdoba en la década de 1950. Según los expertos, habrían luchado en una serie de exhibiciones que se celebraron en el primer tercio de siglo en la provincia Bética, por entonces una de las más ricas del Imperio romano. La misma en la que se edificó el tercer anfiteatro más grande del mundo.

Hispanos en armas
Uno de los primeros héroes hispanos de los que se tiene constancia fue Quintius Vettius Gracilis. Los pormenores de su vida, desvelados por el historiador Antonio García y Bellido –nacido en 1903–, no tienen desperdicio, aunque son escasos. La inscripción hallada en Córdoba reseña que murió en Nemausu joven, a los 25 años, y que se enfrentaba a sus enemigos con las técnicas del pueblo tracio, ubicado en la península balcánica. Tal y como explica el doctor en Historia Alfonso Mañas en 'Gladiadores, el gran espectáculo de Roma', este tipo de gladiadores fueron alumbrados en Roma en el 80 a.C., cuando Sila llevó hasta la capital a un grupo de prisioneros de guerra del ejército de Mitrídates. Cuando pisaron la arena, sus compañeros copiaron sus técnicas.

Hispanos en armas
Uno de los primeros héroes hispanos de los que se tiene constancia fue Quintius Vettius Gracilis. Los pormenores de su vida, desvelados por el historiador Antonio García y Bellido –nacido en 1903–, no tienen desperdicio, aunque son escasos. La inscripción hallada en Córdoba reseña que murió en Nemausu joven, a los 25 años, y que se enfrentaba a sus enemigos con las técnicas del pueblo tracio, ubicado en la península balcánica. Tal y como explica el doctor en Historia Alfonso Mañas en 'Gladiadores, el gran espectáculo de Roma', este tipo de gladiadores fueron alumbrados en Roma en el 80 a.C., cuando Sila llevó hasta la capital a un grupo de prisioneros de guerra del ejército de Mitrídates. Cuando pisaron la arena, sus compañeros copiaron sus técnicas.
«Si lograba vencer un determinado número de combates, o mostraba gran destreza en algunas de sus victorias, el gladiador recibía el título de 'primus palus'. Este título sería concedido por el colegio de 'summae rudes' que existía en cada ciudad con anfiteatro (en el Coliseo lo concedía el colegio de 'summae rudes' de Roma). Esto implica que los miembros de esos colegios presenciaban los combates (incluido el 'summa rudis' que arbitraba los combates, auxiliado por el 'seconda rudis'), tras los cuales decidían si alguno de los combatientes era digno de recibir el título de 'primus palus'», explica en su ensayo Mañas.

Entrenando a 'Gladiator'

¿Es posible que hubiera más hispanos sobre la arena de los anfiteatros? En el dossier 'La participación hispana en los juegos de Olimpia y el Imperio romano', Juan Serrano Sayas confirma que el número fue reducido porque la Ciudad Eterna reclutó un número escaso de soldados en la Penísnula. Sin embargo, también especifica que una inscripción encontrada en Barcelona confirma que hubo una escuela de gladiadores en Hispania y que a su cargo se hallaba un tal L. Didius Marinus, 'procurator familiarum per Galias, Bretanniam, Hispanias, Germanias et Raetiam'. «Era, pues, una suerte de inspector general de aquellas tierras y provincias», completa el experto.

Las escuelas como la de Barcelona eran el corazón de los combates; el lugar en el que aprendían los novatos a golpe de trabajo constante por parte del 'lanista', el dueño del 'ludus' en el que se compraba y entrenaba a los gladiadores. Todo comenzaba con la llegada de los nuevos reclutas. La mayoría, esclavos y voluntarios con el suficiente naso como para poner su integridad física en juego a cambio de paladear las suculentas mieles de la gloria que se adquiría en aquel espectáculo. El profesor emérito de la Universidad de California Robert C Knapp así lo señala es su concienzuda obra 'Los olvidados de Roma', en la que confirma que no era extraño que los «hombres libres» decidieran formar parte de la familia gladiatoria.

Una vez en la arena del 'ludus', aquellos desgraciados recibían una espada roma de madera y pasaban por varias pruebas en las que se analizaban sus capacidades. En este primer punto no se prestaba especial atención a cómo combatían, sino más bien a si podían ofrecer o no un buen espectáculo en la arena. Se estudiaban su velocidad, sus capacidades físicas, su agilidad... y un largo etc. Si demostraba no ser demasiado ducho en el arte de la lucha, el aspirante era enviado a los 'gragarii', grupos grandes que combatían en conjunto para suplir su torpeza. En caso contrario se le mandaba a aprender el oficio de verdad. Si era más robusto, a las armas pesadas y, si era más liviano, a las ligeras.

El soldado capaz era conocido a partir de entonces como 'tiro' o 'novicius' (condición que no perdía hasta superar su primer combate) y pasaba a ser entrenado por dos personajes. El primero era el 'doctor', un gladiador retirado que había destacado en la arena en un tipo determinado de lucha y que instruía a sus pupilos a nivel teórico debido a su avanzada edad. El segundo era el 'magister', un veterano de los anfiteatros más joven que no tenía problemas a la hora de enfrentarse a los reclutas y mostrarles, de primera mano, las mejores técnicas para derrotar a sus enemigos. A continuación, el aspirante combatía (con armas romas, eso sí) contra sus compañeros para empezar a curtirse. El mismo César hizo referencia a esta estructura en uno de sus múltiples escritos: «El lanista hacía a los gladiadores entrenar a los tirones».


ENLACES:

https://www.abc.es/historia/olvidados-gladiator-cuatro-gladiadores-hispanos-asombraron-imperio-20240212114339-nt.html

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