lunes, 16 de octubre de 2023

El indulto de Franco que no llegó: las últimas horas de Salvador Puig Antich antes de ser ejecutado

Cuando este mártir de la lucha antifranquista y anarquista fue condenado a muerte por el asesinato de un policía en 1973, el movimiento de repulsa contra la sentencia reunió a figuras tan importantes como Joan Miró, el canciller alemán Willy Brandt y el Papa Pablo VI
 

La prensa de la época, anunciando la ejecución de Salvador Puig Antich y Heinz Chez


Un año antes de la muerte de Franco, cuando ya se vislumbraba en el horizonte la llegada de la democracia, la dictadura llevaba a cabo las dos últimas ejecuciones con garrote vil de la historia de España. El más famoso de los ajusticiados fue Salvador Puig Antich, el famoso militante anarquista que pasó su última noche, la del 2 de marzo de 1974, en la celda 443 de la cárcel Modelo de Barcelona. A eso de las 9 de la mañana, el verdugo titular de la Audiencia de Madrid, el extremeño Antonio López Sierra, llegaba a la prisión para hacer su trabajo.

El primero de los muchos libros que trató el caso se publicó en 1985: 'La torna de la torna. Salvador Puig Antich i el MIL' (Editorial Empúries). En él, su autora, Carlota Tolosa, relataba así las últimas horas de este anarquista catalán: «El verdugo llegó a la Modelo, en un coche de la Policía, procedente de Badajoz. Dentro de un maletín negro traía el garrote. Puig Antich esperó la llegada del indulto hasta el último momento. El director llegó a la sala acondicionada para hacer las funciones de capilla y, dirigiéndose al reo, le dice: 'Ha llegado el momento'».

Continuaba: «El breve trayecto que iba hasta el lugar donde el verdugo había preparado el garrote estaba lleno de policías sociales. En la última habitación de paquetes, que normalmente se usaba de almacén, clavada en el suelo con cemento, le esperaba una viga de madera. Contra la viga, un banquillo sin respaldo. El verdugo le puso la anilla alrededor del cuello, mientras la habitación se iba llenando de gente: el cura de la prisión, los funcionarios, los policías, el médico… Este último va tomando el pulso de Antich hasta que decide que su corazón ha dejado de latir y que puede certificar la defunción».

La hora de su muerte fijada en el expediente fueron las 9.40. Desde ese momento, la polémica alrededor de la figura de Puig Antich sigue abierta. Así lo demuestra no solo la película sobre su vida dirigida por Manuel Huerga y protagonizada por Daniel Brühl, con música de Lluís Llach, sino la gran cantidad de ensayos, artículos, homenajes y documentales que han visto la luz desde entonces.

Ley de Memoria Democrática
En julio del año pasado, de hecho, un diputado de VOX, Francisco José Contreras, señaló al inicio de su intervención en el Congreso que Puig Antich «fue ejecutado no por ser anarquista, sino por haber matado a un policía». En ese momento, los miembros de Unidas Podemos, EH Bildu y ERC abandonaron el pleno en señal de protesta, en lo que se presuponía que iba a ser un debate más sobre la ley de Memoria Democrática.

Las cuatro hermanas de este mártir de la lucha antifranquista todavía tienen grabado, medio siglo después de su ejecución, las últimas horas que pasaron con él entre las once de la noche y las seis de la madrugada de aquel 2 de marzo de 1974. Y siguen pidiendo justicia desde el convencimiento de que su hermano fue «un chivo expiatorio por el atentado contra [el presidente del Gobierno elegido a dedo por Franco] Luis Carrero Blanco cometido por ETA».

Puig Antich pertenecía al Movimiento Ibérico de Liberación (MIL). Como miembro de esta organización anticapitalista y anarquista clandestina fue condenado a muerte después de la emboscada que varios policías de paisano realizaron para detener, el 25 de septiembre de 1973, a su compañero Xavier Garriga, alias 'el Secretario'. Ambos habían atracado una de las sucursales barcelonesas del Banco Hispanoamericano, pero en la redada solo se encontraron a nuestro protagonista.

Un policía muerto
En el forcejeo con los agentes, Puig Antich resultó herido por tres balas, dos que le alcanzaron en la mandíbula y otra en el hombro, pero mató de un disparo a uno de los policías. La sentencia generó un enorme movimiento de repulsa a nivel nacional e internacional. Joan Miró pintó la serie 'La esperanza del condenado a muerte' y Lluís Llach le dedicó la canción 'I si canto trist', que dio título a su disco de 1974. Instituciones españolas, como varios colegios profesionales y colectivos de intelectuales, pugnaron por librarle de la muerte, así como la Comisión Europea, altos mandatarios gubernamentales como el canciller alemán Willy Brandt y hasta el Papa Pablo VI.

En marzo de 2021, una de sus hermanas, Carmen Puig Antich, contaba en el Diario.es que nadie les comunicó la detención de Salvador, que en ese momento tenía 24 años. A través del diario 'El Caso', la familia se enteró de casualidad que había sido trasladado al hospital Clínico. Junto a la foto de este se podía ver otra de Heinz Chez, un desconocido delincuente polaco que se convirtió, junto al famoso militante anarquista, en el último ejecutado por garrote vil del franquismo. Tan solo transcurrieron 25 minutos entre la muerte de uno y de otro.

Cuando llegaron al hospital, se encontraron a su hermano custodiado por cuarenta policías que no les dejaron entrar para ver cómo estaba. «¡Salvador, estamos aquí!», le gritaron desde lejos. Una semana después lo trasladaron a la Cárcel Modelo, donde su familia pudo visitarle a razón de 20 minutos por semana. Así transcurrieron sus últimos cinco meses de vida, en los que su esperanza de que llegara el indulto de Franco se vio alimentada por la enorme movilización internacional que produjo su caso.

El juicio
El juicio bajo jurisdicción militar se celebró en enero de 1974. El 20 de diciembre, tan solo un mes antes, ETA había matado a Carrero Blanco con tres cargas explosivas colocadas en la calle Claudio Coella de Madrid. El tribunal militar no admitió las pruebas de balística ni los testimonios del hospital Clínico presentados por la defensa de Puig Antich y, además, las pruebas de la acusación tampoco parecían concluyentes. Sin embargo, el fiscal pidió dos penas de muerte y el tribunal las ratificó. A partir de ese momento, cada viernes las hermanas vivían un calvario por si el dictador firmaba la pena de muerte en el Consejo de Ministros.

La firma fue ratificada el viernes 1 de marzo de 1974 y comunicada al militante anarquista ese mismo día, según revelaba el tercer rollo de la causa, que añadía: «Acto seguido fue trasladado el reo al lugar habilitado para la capilla, y le fueron facilitados los auxilios religiosos, haciéndole presente el señor juez que podía pedir los otros necesarios para otorgar testamento y los demás compatibles con su situación, incluido las visitas de los miembros de su familia».

A las cuatro de la madrugada, su abogado, Oriol Arau, fue corriendo al Colegio de Abogados para «llamar a Franco, al Papa, al médico de Franco...». Era su última oportunidad, pero no logró el resultado deseado. «Cuando Oriol regresó a la Modelo a pasarnos el parte vimos su cara y mi hermano dijo: 'Nenas, esto se acaba'. A las seis de la mañana nos echaron. Estuvimos con él de once a seis», contaba su hermana Carmen al Diario.es. La situación del compañero de desgracias fue peor, pues no contó con ninguna familia en la que apoyarse y su abogado no se preocupó de él ni lo más mínimo.

Ches, condenado por disparar a bocajarro a un policía que intentó identificarle en Tarragona cuando intentaba robar, pasó la última noche ignorado por su defensa, jugando al dominó y al parchís con un sacerdote católico y un pastor protestante, mientras el Colegio de Abogados de Barcelona intentaba localizar a su letrado. Lo consiguieron a las dos de la madrugada en una lujosa marisquería de Barcelona. «¿Pero qué queréis que haga si todo está perdido?», comentó. «Haz lo que sea, pero no te puedes quedar quieto. Despierta al decano, al forense… ¡muévete, por Dios!», respondió un miembro de la comisión de defensa, pero fue en vano.

El entierro
Según el informe de la causa, Puig Antich moría por compromiso neurológico en anoxia con parada cardiorrespiratoria por garrote». Veinticinco minutos antes había sido ejecutado Heinz Ches. La familia vio salir al furgón con el cadáver de ambos hacia el cementerio de Montjuic. Una vez allí, el militante antifranquista fue enterrado en presencia únicamente de su familia. Los restos del polaco fueron arrojados a una fosa común, puesto que nadie los reclamó.

Las autoridades que habían asistido a la ejecución salieron lentamente de la cárcel Modelo. El último en salir, con su pequeña maleta, fue el verdugo, Antonio López Sierra. Según Gutmaro Gómez Bravo en 'Puig Antich: La Transición inacabada' (Taurus, 2014): «Unas semanas más tarde, el 28 de marzo de 1974, en las calderas del Gobierno Militar ardían todas las pruebas, prendas y material propagandístico intervenido en la causa por carecer de valor alguno».

ENLACES:

https://www.abc.es/historia/indulto-franco-llego-ultimas-horas-salvador-puig-20231016001237-nt.html

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