Hildegarda Von Bingen fue una mujer muy inteligente, muy importante, muy valiente, toda una gran pionera que influyó en papas y reyes y cambió y mejoró muchos aspectos de aquella vida medieval. Hildegarda nació hace más de 900 años (año 1098) en el Sacro Imperio Romano Germánico, en el seno de una familia acomodada y muy numerosa, ocupó el décimo lugar en el orden de llegada y de niña no gozó de buena salud. A los catorce años entra en un monasterio de mujeres regido por un abad. Allí aprende latín, griego, música, botánica, lee a los clásicos... . Con el tiempo fundó y fue superiora de dos monasterios femeninos, toda una novedad ya que hasta la fecha todos los monasterios femeninos estaban regidos por hombres. Fue una reconocida escritora y religiosa, una innovadora médica que igual curaba una úlcera que hablaba de las excelentes virtudes reparadoras de los orgasmos en la mujer. Añadió lúpulo a la cerveza, con ello mejoró el sabor y, sobre todo, aprovechando las propiedades antibacterianas del lúpulo, hizo que beber cerveza fuera mucho más sabroso y más sano. Hildegarda se inventó una nueva lengua con veintitrés signos, es la patrona de los esperantistas. Escribió nueve libros, compuso más de setenta poemas, compuso más de cincuenta exquisitas composiciones musicales, se carteó con Bernardo del Claraval y con todo aquél que tenía algo qué decir. Allá por el año del Señor de 1179, con ochenta y un años, se fue a la Casa del Padre y, con el tiempo, la Iglesia la subió a los altares y es conocida como Santa Hidegarda.
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